La cultura mexicana traducida a caricatura

El libro de la vida
Director: Jorge Gutiérrez
Productoras: Reel FX/20th Century Fox
México/Estados Unidos, 2014

Reseña de Martin Boyd

Ya en una reseña anterior de este Foro hablé de la escasez de películas mexicanas familiares para aquellos padres que queremos que nuestros hijos aprendan algo de la cultura mexicana y para romper la monotonía disneyística a la cual los espectadores menores de edad se ven sometidos casi a diario. En efecto, tan severo es el monopolio hollywoodense en el terreno de la producción de cine infantil que no nos queda otro remedio que buscar representaciones de la cultura mexicana en el mismo cine estadounidense. Entre las pocas representaciones positivas que hay de la mexicanidad en el cine de Hollywood, se destaca El libro de la vida, película animada del director mexicano Jorge Gutiérrez, realizada con el apoyo de su compatriota Guillermo del Toro, uno de los cineastas mexicanos más destacados de los últimos años.

El libro de la vida trata la tradición mexicana del Día de los Muertos a través de una historia de amor que se desarrolla en un tradicional pueblito mexicano. En concreto, cuenta la historia de dos amigos, Manolo y Joaquín, que compiten por el amor de María, amiga de ambos desde la infancia. Sin su conocimiento, su lucha por ganar el corazón de María es objeto de una apuesta entre dos espíritus: La Catrina (símbolo de la muerte en la cultura mexicana) y Xibalba (más o menos un invento de la película, aunque su nombre proviene del nombre del Inframundo en la mitología maya). Cada espíritu tomará parte por uno de los dos jóvenes, influyendo en el destino de su elegido para ayudarle a ganar su apuesta y conquistar a María.

Más allá de su temática mexicana, la película trata el tema universal de la tensión entre la tradición y la voluntad libre del individuo, tema representado en la figura de Manolo, que se enfrenta con el dilema de dedicarse a la tauromaquia de acuerdo con la tradición de su familia y las expectativas de su padre, o seguir su pasión por la música. Es un dilema que se resolverá en el mundo de los muertos, donde Manolo irá en búsqueda de su querida María después de que ésta caiga víctima de una mordedura mortal de serpiente.

A fin de cuentas, el argumento de esta película gira en torno a una historia romántica bastante típica, un triángulo de amor que se resuelve de manera predecible, con el inevitable “fin feliz”. A diferencia de Zurdo, otra película infantil de temática mexicana, El libro de la vida no contiene ningún elemento oscuro que pudiera asustar a los chiquillos, a pesar del tema de la muerte que vertebra la trama. De hecho, la película sirve muy bien para introducir la tradición del Día de los Muertos a los niños, con una expresión bastante clara del acto de homenaje a los queridos fallecidos que forma la base de dicha tradición, la cual la distingue tanto del terror a la muerte que engloba la celebración norteamericana de Halloween.

Sin embargo, queda patente al ver El libro de la vida que su propósito de enseñarles a los pequeños sobre el Día de Muertos no va dirigido a los niños mexicanos, y en este sentido la película a veces cae en el error de presentar una especie de tarjeta postal de la cultura mexicana para el disfrute de los extranjeros, en vez de lo que podría haber sido una celebración de la mexicanidad dirigida a los mismos mexicanos. En lo que a la trama se refiere, la evidencia más obvia de dicha tendencia es la presencia del bandido llamado “Chakal”, el villano que amenaza al pueblito de San Ángel, que constituye un estereotipo bastante ofensivo del “mexicano malvado” sacado directamente de la tradición del Western del cine estadounidense.

El estilo de animación también suele representar a los personajes con toques excesivamente hollywoodenses: por ejemplo, una figura tan icónica de la cultura mexicana como es la de La Catrina se convierte aquí en una caricatura que parece deber más a Tim Burton que a José Guadalupe Posada. Pero tal vez lo más chocante de todas las instancias del imperialismo cultural del cual padece la película es la inclusión de varias canciones populares en inglés, tales como “Creep” de Radiohead o “I Will Wait” de Mumford & Sons, canciones que suenan algo incongruentes saliendo de la boca de un trovador del rancho mexicano. Tales intrusiones del inglés en medio del diálogo en español sirven de golpearnos con la triste realidad de que esta película “mexicana” es, en realidad, una película gringa. Considerando que su tema y director son mexicanos, la decisión de producir El libro de la vida en inglés y luego doblarla al español, en vez de al revés, provoca una sensación igual de perturbadora que escuchar a Frida Kahlo “hablando puritito inglés con acento en español”.

A pesar de estas inquietudes, no hay que menospreciar lo que ha logrado Jorge Gutiérrez con esta película, pues el mero hecho de producir una película comercial en Hollywood con una temática mexicana sin caer (demasiado) en los peores estereotipos gringos es algo que debemos celebrar y aplaudir. Y a pesar de los esfuerzos obvios de complacer a un público “internacional” (léase, estadounidense), El libro de la vida por lo menos presenta una imagen positiva de la cultura mexicana que muy pocas películas para niños realizadas en México logran brindar.

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