Una rareza entre las antologías de habla inglesa

Desde el norte_portadaDesde el norte. Narrativa canadiense contemporánea,
Coordinadora: Martha B. Bátiz Zuk
Editorial: UAM-Xochimilco, México, 2015
Reseña por Roberto García Bonilla

La cultura canadiense posee una riqueza apenas conocida en México; Canadá pertenece —como México— a “Norteamérica”, aunque ahora es natural que se nombre así a Estados Unidos de América, incluso se puede escuchar que así la denominan altos funcionarios latinoamericanos, sin excluir a primeros mandatarios.

De esa misma manera, ya se sabe, “América” pasó de ser —en honor al cosmógrafo y explorador del Nuevo Mundo Américo Vespucio— el nombre de un continente a ser el gentilicio de un país. Y nadie chista, ni siquiera algunos porfiados miembros de la izquierda de diversas partes del mundo.

La Doctrina Monroe
La frase de la Doctrina Monroe, del estadista que lleva su apellido, parece sintetizar la expresión y la ambición hegemónica —imperial— de la política exterior de Estados Unidos de América: “América para los americanos”, aunque su sentido original fue la prevención y alerta a las potencias europeas al intento de intervención o colonización en sus políticas expansionistas.

Por supuesto que un contexto particular, luego de las guerras napoleónicas y la llamada Santa Alianza (Rusia, Prusia y el imperio Austro-húngaro). Lo cierto es que se pasó del principio de autoprotección ante el posible enemigo europeo a una flagrante argumentación transformada en el usufructo de la potencia mundial que aún es el país de América que ha realizado intervenciones militares en el resto del continente a su antojo e intereses. Sólo hay que mencionar la incorporación de la Mesilla (1848) a su territorio, luego de una intervención militar de dos años, en México.

La presencia de Estados Unidos se impone en el imaginario colectivo sobre la de sus vecinos del norte y del sur. Canadá posee oficialmente dos lenguas, el inglés y el francés que se habla sobre todo en la provincia de Quebec (los latinos del norte) cuya población rebasa los ocho millones de habitantes, mientras que la población total del país ronda los treinta y seis millones.

La literatura canadiense, naturalmente, no tiene la difusión ni el impacto que ha tenido la estadounidense, entre otras motivos por el colonialismo cultural, además de las industrias de la publicidad y de la imagen que lo transforma y re-crea todo el país del gran Faulkner. Los nombres más conocidos en las letras canadienses, entre nosotros, desde hace tiempo son Margaret Atwood (1939) y más recientemente Alice Munro (1931), Premio Nobel (2013). Del resto poco se sabe fuera de los ámbitos académicos especializados.

Realismo cotidiano
Desde el norte. Narrativa canadiense contemporánea (2015), reunión de trece narraciones provenientes, en una rareza entre las antologías de habla inglesa que se conocen en nuestro país; acaso la más relevante es que la produjo una editorial mexicana institucional; ya se habían publicado dos antes —una de ellas en la UNAM: Antología de cuentos canadienses contemporáneos (1996) y una más en el FCE: ¿Dónde aquí? Panorama de las letras canadienses (2002).

La presente compilación la realizó escritora Martha Bátiz Zuk, académica en la Universidad de York-Glendon College y residente en Toronto, quien asimismo tradujo cuatro textos. Una suerte de realismo cotidiano es una constante que identifica estas narraciones, algunos en rigor son cuentos si nos atenemos a la definición esquemática (narración que se caracteriza por su brevedad, una anécdota acotada, con una ascenso climático y un desenlace, sobre todo, inesperado). Aunque en todos los ámbitos de escritura —profesional, de consumo o artística; entre aficionados diletantes y artesanos del oficio de cuentistas— abunda el anecdotario cotidiano en las narraciones —al grado de que los lectores sospechen que son historias vividas, apenas aderezadas con alguna ocurrencia inventada, mal pergeñada—, pocas veces culmina en textos, en verdad, acabados que alcanzaron el rango literario: líneas que al acumularse crean en el lector la sensación de verosimilitud más que de veracidad, en este último caso sería más pertinente el diario, la crónica o el reportaje.

Una obviedad, vuelta aserto, nos dice —sin embargo— que los géneros son cada vez más híbridos, que la pureza en sus rasgos ya no es signo de un oficio solvente y menos de la pluma de un artista.

 Un hombre y una mujer
Desde el norte… nos lleva, por ejemplo, a la hondura psíquica de un hombre y una mujer que por fundamentalismo étnico son enemigos y se encuentran en situación extrema, en la frontera de la agonía y la muerte; aun así el deseo y la atracción aparecen de manera subrepticia en “Pabellón 24”, de Gilbert Reid. Y un hecho estigmático en la historia latinoamericana, el golpe de Estado al gobierno chileno de Allende (1973) Martin Boyd lo transforma en una evocación que arrastra la melancolía desastrada de una niña, ya lejos de su país bajo una dictadura.

“La jugada de piano”, de Barry Callaghan, es un modelo de síntesis narrativa: priva la connotación sobre la denotación y de una anécdota insustancial, luego de un cuadro contextual de hechos, saltamos a un final que no tuvo principio, sólo se impusieron leyes en la historia y la contundencia del escritor que nos deja un final abierto que conduce al confinamiento previsible de un criminal bonachón con dotes de pianista.

A lo largo de esta antología se respira riqueza cultural de Canadá, confluencia de culturas de todo el orbe —que han sido refugio y paraíso de sujetos y colonias de pobladores que han huido del hambre, las persecuciones políticas y religiosas; o emigrantes que vieron en ese país augurios de plenitud.

Formas diversas y contrastantes de concebir la escritura están presentes en esa antología que también incluye un texto en el que no pasa nada y en el que Austin Clarke, en “¿Y?”, crea desde una solemne imagen de la literatura su propio texto.

“Cerrar la caja antes de encender” es el texto de más largo aliento en su extensión y en su ambición experimental y en la consumación de su prosa poética. Priscila Uppal nos entrega el monólogo de una chica pirómana que a lo largo de treinta y nueve segmentos —que oscilan entre una línea y una página— describe su debilidad por el fuego; el fervor que resplandece sus ojos e incendia su existencia. Las llamas de la pasión se mezclan con los delirios oníricos coloreados por el abanico que se abre al deslizar un cerillo sobre la lija café y no encuentra cierre, sólo un final pausado —con un ritmo impecable en la traducción de Adrijana Jerkic—; encontramos el reposo sin cenizas donde palpitan la vida, la escritura y la literatura.

Roberto García Bonilla es periodista y académico radicado en la Ciudad de México.

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