
Álex Perea en Zurdo
Zurdo
Director: Carlos Salcés
Estudio: Altavista Films
México, 2003
Reseña por Martin Boyd
Una serie de películas mexicanas muy exitosas a nivel internacional ha llevado a la crítica a hablar de un “Nuevo Cine Mexicano”, un resurgimiento del cine de México tras décadas de declive. Con cineastas como Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro como sus más destacados representantes, el movimiento se caracteriza por sus matices oscuras, con temas relacionados con la violencia (Amores Perros), el narcotráfico (Rudo y Cursi), la sexualidad (Y tu mamá también) y lo francamente grotesco (El laberinto del fauno), todos temas bastantes populares en el mundo del cine arte, pero que no dejan mucho espacio para la producción de películas familiares. En este contexto, una película como Zurdo, del director chilango Carlos Salcés, cuyo protagonista es en jugador de canicas de 11 años, aparece como una raya de luz en la oscuridad para los padres que quieren que sus hijos vean algo del cine mexicano para romper la monotonía disneyística. Desafortunadamente, a pesar de muchos puntos a su favor, al final Zurdo cae en la misma fascinación con la temática oscura de la que padecen tantas películas del Nuevo Cine Mexicano, a así se descalifica como una película ideal para toda la familia.
Zurdo narra la historia de Alejandro, apodado “Zurdo”, un niño de 11 años reconocido por sus vecinos como el mejor jugador de canicas de su pueblo, una población imaginaria y algo surrealista en algún lugar de México que se llama Buenaventura. Cuando llega un extraño al pueblo y reta al niño a un duelo con el llamado “Mago de Santa María”, supuestamente el mejor jugador de canicas de toda la república mexicana, los habitantes Buenaventura se reúnen en apoyo de su héroe con la ilusión de que su victoria pueda cambiar el destino de su pueblo empobrecido y fracturado.
Buenaventura funciona como un microcosmo del México actual con todos los problemas sociales que lo afligen: la desigualdad social, la desintegración familiar, la corrupción de las autoridades y las pandillas delincuenciales. Estos problemas forman un trasfondo de la historia de Zurdo y sus amiguitos, cuya inocencia infantil se ve amenazada y, finalmente, destruida por la trágica realidad social en la que viven. En este sentido, Salces logra crear una clara división entre el mundo vívido e imaginativo de los niños y el mundo gris y desesperado de los adultos. En efecto, son los actores más jóvenes en esta película, y particularmente el carismático Álex Perea como Zurdo, que destacan por sus excelentes interpretaciones, mientras que los adultos por lo general parecen rígidos y unidimensionales, a pesar de la presencia de actores de gran trayectoria como Eugenio Derbez o Aracelia Ramírez.
También se destaca en esta película la fotografía, que a pesar del presupuesto reducido típico de una película mexicana, se caracteriza por unas imágenes muy nítidas y vistosas, particularmente en las escenas surrealistas de canicas gigantes que cobran vida en la imaginación de Zurdo. En efecto, con el aspecto visual de Zurdo el director Carlos Salcés logra marcar la película con una impronta propia que ofrece mucha promesa para sus futuras obras. Desafortunadamente, esta película parece ser una de las últimas que realizó el joven cineasta.
Pero a pesar de tanta promesa, Zurdo se descalifica como una película familiar mexicana gracias a un desenlace tanto grotesco como inverosímil. El enfrentamiento entre el tío de Zurdo y el policía corrupto (ambos de los cuales faltan la complejidad necesaria para hacernos creer en ellos como personajes) es un clímax trillado y superficial. Y al final la película da un giro hacia lo grotesco en una escena culminante que parece ofrecer la moraleja de que la mejor manera de superar la corrupción institucionalizada es a través de la automutilación.
En resumen, Zurdo tiene mucho para recomendarla como una muestra de lo mejor del Nuevo Cine Mexicano, particularmente en cuanto a su fotografía y las actuaciones de sus niños actores. Pero al final, las mismas fascinaciones del Nuevo Cine Mexicano con la violencia y lo chocante intervienen en su desenlace para descalificarla como una de las muy pocas posibles películas familiares del cine mexicano contemporáneo.