Al encuentro con la traducción

Martin Boyd

“Giants” (Gary Willis, 1992)

En 1992, un amigo me regaló un ejemplar de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Era la primera obra de la literatura hispana que leía y me abrió a un mundo que me pareció más vivo y potente que ningún otro que había visto. En esos momentos, compartía una casa en Londres con un artista que estaba trabajando en una serie de pinturas sobre el Don Quijote, y así las hazañas tragicómicas del mítico caballero andante de España se combinaron en mi imaginación con la historia singular de Macondo,  invitándome ambas narraciones a adentrarme en los vastos y laberínticos dominios del mundo del habla hispana.

A partir de entonces, creció mi fascinación por la literatura hispánica, lo que inevitablemente me llevó a querer aprender el español lo suficientemente bien como para ser capaz de leer en su idioma original las obras que me gustaban tanto. Tenía la vaga noción en esos días de que la traducción era una especie de filtro del que sería preferible prescindir, un velo sobre una cultura o unas culturas que quería ver con claridad. Estudié el español mientras cursaba la licenciatura en lingüística y estudios literarios en la Universidad de Deakin en Australia. Hice muy buenos amigos con algunos miembros de la comunidad latinoamericana de Melbourne, quienes me introdujeron tanto a la calidez y riqueza de sus culturas como a la agitación política que ha caracterizado sus historias nacionales. Me he dedicado a escribir cuentos desde niño y en ese momento mis escritos comenzaron, cada vez más, a explorar temas de América Latina, en particular de los latinoamericanos en el exilio. Tal vez siendo una persona que había viajado mucho desde muy joven y que nunca se había sentido especialmente a gusto en su propia patria, sentí una atracción natural hacia los temas de la migración, la traducción y el exilio.

Fue también en esa época que volví a leer algunas de las obras de la literatura hispana que había leído previamente en inglés, esta vez en sus versiones originales en español. Me llamó la atención la gran diferencia entre los originales y sus traducciones y me puse a reflexionar sobre la compleja y, a menudo, problemática tarea de transportar el significado de un contexto lingüístico y cultural a otro. Los mismos autores que leía iluminan mis cavilaciones, tal como Octavio Paz, que señala que “toda lectura es una traducción”, y Jorge Luis Borges, que me presentó con la alegoría de Pierre Menard, ficticio escritor francés del siglo XX que reproduce el texto de Don Quijote palabra por palabra y, al hacerlo, crea otro completamente diferente en virtud del nuevo contexto cultural en el que está escrito.

Cuando terminé mis estudios, me trasladé a la ciudad de México donde trabajé durante varios años como profesor de literatura inglesa. Me enamoré de México, de su gente y… de una en particular: la violinista y compositora mexicana Paulina Derbez, quien se convertiría en mi esposa, mi mejor amiga y mi profesora de español más dedicada. México se ha convertido en mi hogar, como ningún otro lugar en el que haya vivido. Aunque ahora vivimos en Toronto, México sigue siendo el lugar al que nos dirigimos y regresamos.

Fue mientras vivía en México que recibí mi primer trabajo remunerado como traductor, para una revista mensual bilingüe publicada por el gobierno del Estado de México. Descubrí que me gustó mucho la traducción y pronto acepté más trabajos traduciendo artículos, tesis de grado, guiones y documentos legales. En 2006, mi esposa y yo nos mudamos a Toronto, donde fundé mi propia empresa de traducción. Uno de mis clientes habituales ha sido el Glendon College de la Universidad de York, donde también cursé una maestría en Estudios de Traducción, la cual me dio la oportunidad de explorar con más profundidad los temas de transferencia de significado entre contextos culturales, lo cual ha sido un interés mío desde hace muchos años.

Como escritor, el trabajo de traducción me parece particularmente gratificante, ya que comparte con la escritura el mismo objetivo de buscar la palabra correcta, el fraseo adecuado, la mejor manera de expresar una idea determinada. Que este tipo de trabajo requiere la destreza de un escritor es un punto muchas veces pasado por alto. Hay una popular idea errónea de que el ser bilingüe es suficiente para que una persona sea un traductor, pero en realidad, todos los traductores tienen que ser excelentes escritores, con un don de la expresión escrita en su idioma de destino que es comparable con el don del autor cuya obra está traduciendo. Es una perspectiva sobrecogedora, especialmente para aquellos traductores que se encargan de la tarea de traducir a escritores míticos como Gabriel García Márquez, Octavio Paz o Rosario Castellanos. Por eso, cuando a Gregory Rabassa se le preguntó si sentía que su español era bastante bueno cuando fue contratado para traducir Cien años de soledad al inglés, él astutamente respondió: “Lo que me pregunto es si mi inglés es lo suficientemente bueno”.

2 comentarios en “Al encuentro con la traducción

  1. Excelente reseña de tu trayectoria, espero nos la compartas en La Peña de Rosy, va a ser muy interesante que escuchemos éste punto de vista sobre la traducción y cómo es que nacen tus temas de interés. Hasta Pronto.

  2. Muy lindo e interesante tu texto, Martin.
    Lo disfruté mucho. Gracias.

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