Deconstruyendo el muro

Martin Boyd

Photo by Hillebrand Steve“They [Mexicans] are bringing drugs. They’re bringing crime. They’re rapists. And some, I assume, are good people.” – Donald Trump, discurso de candidatura, 16 de junio de 2015

Sería justo decir que en los últimos años las relaciones entre México y Estados Unidos han alcanzado uno de sus puntos más bajos de la historia reciente. Con su promesa de construir un muro a lo largo de la frontera entre ambos países, el actual presidente estadounidense hizo de la hostilidad hacia México un pilar de su campaña rumbo a la Casa Blanca en 2016, y dicha hostilidad resultó fundamental para su desconcertante éxito. El estrambótico coro tribal de “Build that Wall!” (“¡Construyan el muro!”), gritado por miles de seguidores de Donald Trump en sus mítines incendiarios de campaña, va de la mano con su lema de campaña “Make America Great Again” en la imaginación colectiva de los trumpistas, para quienes la exclusión y denigración de sus vecinos del sur se encuentra inextricablemente ligada a lo que consideran el rescate del “destino manifiesto” de su país como la nación más poderosa del mundo. El muro fronterizo se ha convertido en el símbolo más tangible de la nación de Trump, una manifestación concreta de la casi patológica necesidad de desprestigiar a México para afirmar la grandeza de Estados Unidos.

A muchos comentaristas actuales esta hostilidad les parece una aberración, pero parte de mi propósito en el presente artículo es ubicar a la perversa visión trumpista en su contexto histórico, a fin de ilustrar que, en realidad, el muro que Donald Trump ha tratado de construir en la imaginación colectiva del pueblo estadounidense –independientemente de la construcción de la versión concreta de ladrillos y morteros, que parece bastante improbable– ya fue construido hace casi dos siglos. En la construcción de la misión imperialista estadounidense, México siempre ha sido proyectado como un espejo infernal de la grandeza estadounidense, lo que Susan Bolt denomina “un repositorio de todas las imágenes de lo “insalubre” que Estados Unidos trata de purgar de su propia imagen, y amurallarse en su visión de “Al Sur de la Frontera”” (Bost 2001, 3) A partir de esto, el propósito del presente artículo es considerar el papel que la literatura ha tenido históricamente en la construcción de la narrativa de “Build that Wall!”, así como el papel que puede jugar en su deconstrucción. De manera más específica, este artículo explorará hasta qué punto las traducciones al inglés de la literatura mexicana han sido capaces de desafiar a dicha narrativa, de “derribar el muro”, o por lo menos producirle ciertas grietas. De esta manera, las preguntas básicas que este texto busca responder son:

  • ¿Cómo se ha caracterizado a México tradicionalmente en la literatura de Estados Unidos?
  • ¿Cómo han desafiado o reforzado esta caracterización las traducciones al inglés de la literatura mexicana?
  • ¿Hasta qué punto el contexto político de las relaciones entre Estados Unidos y México ha influido en las traducciones de la literatura mexicana para los lectores estadounidenses?

Y a la inversa:

  • ¿Puede la literatura mexicana tener un papel positivo para influenciar al contexto político de las relaciones entre Estados Unidos y México?

Pondré a consideración la primera pregunta en la siguiente sección, a través de un breve panorama de la trayectoria histórica de la hostilidad estadounidense hacia México, y el vínculo inextricable de dicha hostilidad con el proyecto imperialista del país del norte.

Para leer el artículo entero, “Desconstruyendo el muro. El papel de la traducción literaria en las relaciones entre México y Estados Unidos”, descargue el libro México en el tiempo de la rabia desde la Librería Digital UAEM.

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